Breve (e inconcluso) elogio de la ingenuidad
Página 1 de 1.
Breve (e inconcluso) elogio de la ingenuidad
Con cierta frecuencia le decían que era un poco ingenuo. El, invariablemente, lo interpretaba como un elogio. Le gustaba que de algún modo otros pudieran mencionar, entre sus atributos personales, una cuota de ingenuidad. Pero no se le ocultaba que la observación, aun cuando fuese parte de una nota afectuosa, era también un modo de descalificar sus puntos de vista. Supuestamente, detrás de sus opiniones hablaría alguien que se expresaba con un optimismo infundado y un tanto pueril. Alguien que desconocía el mundo "real", menos inocente y más agresivo. Supuestamente, sus pies no alcanzaban a pisar la tierra.
Puede que sus amigos tuvieran razón y de hecho raras veces lograban hacerle ver dónde residía la “ingenuidad” de sus argumentos. Los pretendidos lugares comunes frecuentemente terminaban por enredarse en nociones un poco más controversiales, aun cuando culminaran en profundos, si bien parciales desacuerdos.
El pensaba que tal vez la ingenuidad tuviera más de una ventaja. Por lo pronto le permitía escuchar, y muchas veces admirar, puntos de vista diferentes al suyo. Le permitía creer que muchas veces –no siempre- los otros se expresaban de manera muy sincera, sin truculencias ni segundas intenciones. La ingenuidad era para él un modo de descubrir que, como escribió Dostoiesky en alguna ocasión, “las personas no son tan buenas como creen ser ni tan malas como los demás piensan que son”. No era raro, por tanto, que muchos de sus mejores amigos sostuvieran opiniones radicalmente contrarias a las suyas. El estaba convencido de que uno de los opuestos semánticos de la ingenuidad era la intolerancia. Y un poco de candor lo llevaba a apostar por soluciones que no incluyesen ni la intransigencia ni el uso de la fuerza.
Publicado por Ernesto Menéndez-Conde
Etiquetas: Dostoiesky, Henri Rousseau
http://lapizynube.blogspot.com/
Puede que sus amigos tuvieran razón y de hecho raras veces lograban hacerle ver dónde residía la “ingenuidad” de sus argumentos. Los pretendidos lugares comunes frecuentemente terminaban por enredarse en nociones un poco más controversiales, aun cuando culminaran en profundos, si bien parciales desacuerdos.
El pensaba que tal vez la ingenuidad tuviera más de una ventaja. Por lo pronto le permitía escuchar, y muchas veces admirar, puntos de vista diferentes al suyo. Le permitía creer que muchas veces –no siempre- los otros se expresaban de manera muy sincera, sin truculencias ni segundas intenciones. La ingenuidad era para él un modo de descubrir que, como escribió Dostoiesky en alguna ocasión, “las personas no son tan buenas como creen ser ni tan malas como los demás piensan que son”. No era raro, por tanto, que muchos de sus mejores amigos sostuvieran opiniones radicalmente contrarias a las suyas. El estaba convencido de que uno de los opuestos semánticos de la ingenuidad era la intolerancia. Y un poco de candor lo llevaba a apostar por soluciones que no incluyesen ni la intransigencia ni el uso de la fuerza.
Publicado por Ernesto Menéndez-Conde
Etiquetas: Dostoiesky, Henri Rousseau
http://lapizynube.blogspot.com/
Ernesto- Invitado
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.